Mc. 1, 40-45 (Domingo VI del Tiempo Ordinario, ciclo B):
- Para el pueblo de Israel, la lepra era considerada como un castigo divino (Num. 12, 10-15; 2 Re. 5,14; 2 Cron.26,18-21), como la primogénita de la muerte (Job 18,13). La lepra sólo podía ser curada por Dios (Ex. 4,6; 2 Re. 5, 6-7). Jesús manifiesta con hechos que es verdadero Dios. Pero no un Dios lejano, sino verdaderamente “con nosotros”, cercano, compasivo, sobre todo hacia los más pobres, incluso hacia aquellos a quienes la sociedad rechaza para no contaminarse. ¿Cuál es nuestra actitud hacia los más pobres y hacia los enfermos? ¿Tenemos la misma disposición de Jesús para el amor y servicio hacia ellos o ni siquiera le dirigimos la mirada?
- Las palabras del leproso: “si quieres… puedes….” Denotan falta de fe. O piensa que todo depende de la voluntad de Jesús o cuestiona su voluntad para curarlo. Esta actitud es inaceptable para el Señor, por eso su indignación. ¿Nuestra actitud ante Jesús no será como la de este leproso? Revisemos…
- Jesús impone silencio a este hombre que ha sido curado de su lepra. Este hombre recibió lo que quería de Jesús: la curación. No le interesaba más nada: sólo quería un favor. A Jesús no le interesa un testimonio distorsionado de Él ni de su obra salvadora, ya que la obra de Dios no consiste en hacer favores, sino en salvar a la humanidad. Hoy en día son muchos los que buscan a Dios sólo porque necesitan un milagro. Dios es para ellos sólo Aquel a quien se acude cuando no se tienen los medios para resolver un problema, nada más… luego, quieren resolver todo con promesas. ¿Qué queremos de Jesús? ¿Con qué intención lo buscamos?
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