domingo, 22 de agosto de 2010

¿Por qué la puerta es estrecha?

Jesús nos exhorta a esforzarnos por entrar por la puerta estrecha (Lc. 13, 22-30). Muchos apoyan su salvación en sus actos de piedad o en el apostolado que realizan en su comunidad parroquial; otros, la basan en el hecho de que son familiares o amigos de algún sacerdote o religiosa. Por eso piensan erróneamente que están en el grupo de los salvados, que ya no hay condenación posible para ellos, actitud que les conduce a no estar alertas, en espera de la llegada del Señor, sino a llevar una doble vida: la de los actos de piedad y la del pecado (pienso en muchas personas que se han dejado llevar por sus sentimientos y/o pasiones y por eso viven de espaldas a Dios).

Jesús nos invita a tomar en serio nuestro proceder en esta vida, a trabajar por nuestra salvación con respeto y seriedad (Flp. 2, 12). Día a día hemos de estar en vela, viviendo la caridad con todos, anunciando con nuestra vida que Jesús realmente es nuestro Señor y Salvador. 

¿Y por qué la puerta es estrecha? ¿Por qué cuesta tanto salvarse? Por culpa de nuestra soberbia, porque no queremos que Dios sea Dios, porque queremos llevar solos las riendas de nuestras vidas y pretendemos que la voluntad de Dios se supedite a la nuestra. Porque pensamos que nuestro Dios es un Dios de restricciones, normas, etc. y se nos olvida que es Dios de vida, de libertad, de paz, de gozo...

Cuando somos humildes delante de Dios, cuando verdaderamente creemos y confiamos en Él, la puerta se hace mucho más ancha. Hagamos la prueba y veamos qué bueno es el Señor, vale la pena someterse a Él, vale la pena amarlo con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas, vale la pena amar al prójimo.