domingo, 8 de agosto de 2010

“¡Aceite, Aceite!”

            El Diccionario de la Real Academia Española nos dice que “cantinflear” es hablar de manera disparatada e incongruente, sin decir nada. Recuerdo la escena de una de las películas del genial Cantinflas, cuando estaba emborrachándose con un bandido y a éste último le propusieron un reto, a lo cual le animó Cantinflas: “¡aceite, aceite!”, es decir: ¡acepte, acepte!

Traigo esto a colación porque el Evangelio nos llama a estar en vela para que, como buenos siervos, esperemos al amo que viene de las bodas (Cf. Lc. 12, 35-40). Pero, ¿Cómo podemos estar en vela? La respuesta es clarísima: viviendo en plenitud la caridad en todo tiempo y lugar, en toda circunstancia, a todas las personas. Muchos de nosotros no estamos en vela porque nuestro amor es limitado a algunas personas, momentos, situaciones… en una palabra, amamos cuando el objeto de nuestro amor lo consideramos como bueno y/o bello; cerrándonos a amar a todo aquello que consideramos como negativo, malo, etc.
Todos tenemos algún sufrimiento por causa de una persona, o por una enfermedad, o algún problema que NO PODEMOS CAMBIAR NI QUITAR AUNQUE TODO NUESTRO SER LO RECHACE. “¿y dónde está Dios? ¿Por qué Dios no me ayuda? ¿Si Dios es Amor, cómo es que me está pasando esto a mí?” son algunas de las interrogantes que surgen en nosotros ante estos eventos.
Dios es Amor (1 Jn. 4, 8), en Él vivimos, nos movemos y existimos (Hch. 17, 28). Toda nuestra vida está impregnada del amor maravilloso y desconcertante de Dios, INCLUSO LO QUE NOSOTROS CONSIDERAMOS COMO MALO; todo, absolutamente todo está impregnado del amor de Dios. Este amor supera en mucho nuestra mentalidad, pensamientos y deseos
Si queremos descubrir el amor de Dios en lo que consideramos como negativo en nuestras vidas, tenemos que comenzar por ACEPTAR EL HECHO DE QUE NO LO PODEMOS CAMBIAR (por lo menos de manera mágica como muchos quisiéramos).