miércoles, 7 de diciembre de 2011

El Verdadero Sentido de la Cruz


El hombre está llamado a ser plenamente feliz. Para que su felicidad sea colmada ha de apoyarse en la roca sólida de Jesucristo y no en otra persona, institución, cosa o acontecimiento: El hombre que sigue a Cristo es feliz.

Jesús dijo a sus discípulos y por ende también a cada uno de nosotros que quien quisiera seguirlo no lo puede hacer por otro camino que no sea el de la cruz (Cf. Lc. 9, 23; 14,27; Mt. 10, 38; 16, 24; Mc. 8, 34). Sin embargo, para muchos cristianos la cruz es sinónimo de tristeza, dolor, resignación, desesperanza, desconsuelo y hasta de maldición… ¡Y nadie quiere eso! Por ese motivo se da en muchos una resistencia a cargar su propia cruz. Sería más fácil para ellos que Dios hiciera un milagro para desterrar todo esto de su realidad.

Sin embargo, nada más lejos de la fe. Para todo cristiano la cruz ha de ser un signo de esperanza: Cristo murió en ella, ¡pero resucitó! Nuestra religión cristiana no es la del Viernes Santo, sino la del Domingo de Resurrección. Por eso, llevar la cruz cada día es sembrar esperanza en una sociedad llena de violencia e injusticia, de egoísmo, de mentira, de vicios, de muerte… 

Llevar la cruz es creer que las cosas pueden cambiar, que nos espera un mañana mejor por el cual podemos apostar. Cargar la cruz es dar vida a un mundo de muerte, es llevar la luz de Cristo a las tinieblas que nos rodean, anunciandoles que la última palabra sobre nuestra realidad la tiene Cristo, y por tanto, la Vida Plena, la Justicia, el Amor y la Paz.

Dice un refrán: “si del cielo te caen limones, aprende a hacer limonada”. Tomar la cruz es asumir nuestra realidad tal como se nos presenta -no sólo lo bueno y agradable, sino también lo malo- para poder iluminarla, haciendo siempre el bien sin cansarse (Gal. 6, 9) con la esperanza en la pronta venida del reino de Dios que no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu (Rom. 14, 17). 

¡Vale la pena cargar la cruz cada día!

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