“Dios nuestro, que dispones con fuerza y suavidad el destino de los hombres, acepta los dones que tu bondad ha puesto en mis manos y, por el poder de este sacrificio, únenos, a pueblo y sacerdote, en un solo corazón, para que no le falte al pastor la docilidad de los fieles, ni a los fieles la solicitud del pastor. Por Jesucristo, nuestro Señor.” (MR. Oración sobre las ofrendas de la Misa Ritual por el sacerdote celebrante)
Esta oración nos sugiere un punto particular para reflexionar hoy, Domingo IV de Pascua, también conocido como Domingo del Buen Pastor, en el cual se ora de manera especial por las vocaciones sacerdotales y religiosas: la unión estrecha que ha de haber entre un pastor y su rebaño, entre un párroco y su comunidad. En efecto, para ambos es capital que haya unión para apoyarse y cuidarse mutuamente, para crecer juntos en la fe, en la esperanza y en el amor.
El párroco necesita de la ayuda de sus fieles: La Ordenación Sacerdotal no lo ha convertido en un superhombre, ni en un ser perfecto, omnisapiente e infalible. Por el hecho de ser sacerdote no está exento de cometer pecado.
El Sacerdocio ministerial no suprime la debilidad humana, más bien se sirve de ella. Jesucristo se hizo semejante a nosotros en todo excepto en el pecado (Heb. 2, 11-17; 4, 15), lo cual implica que Jesús no desprecia los defectos de sus elegidos; al contrario, se sirve también de ellos para darse a conocer entre los hombres. Con razón dice el Apóstol que llevamos este tesoro en vasijas de barro (2 Cor. 4, 7), ya que es precisamente ese barro el depósito de la gracia de Dios. ¡Qué misterio tan grande se oculta tras la debilidad del sacerdote! ¡Qué inmenso es el amor de Dios y que excelsa su fidelidad! Es fácil para los fieles creer en la acción santificadora de Cristo a través del sacerdote: Palabra, Eucaristía, reconciliación… ¡Pero qué difícil es creer que Cristo nos guía a través de un pecador! ¡Cómo cuesta admitir que el Señor se somete también a la debilidad de sus elegidos!... nuestra fe nos dice que Jesús sabe sacar provecho de las cosas malas para el bien del rebaño.
A los fieles se pide entonces FE en este misterio del Sacerdocio Ministerial (que en fin de cuentas es fe en Jesucristo Salvador, en su acción misericordiosa a favor de los hombres), para que puedan ser dóciles a su pastor; porque si falta la fe, entonces falla la tan deseada y necesaria unión entre el pueblo y su sacerdote y es entonces cuando surge la crítica y también la desobediencia. Ambas hacen mucho daño al corazón del pastor… ¡Cuántos sacerdotes no estarán en estos momentos atravesando por la desilusión, el desánimo y la desesperanza porque sus comunidades no los están ayudando! ¡Cuántos estarán pensando incluso en dejar de ejercer su ministerio porque sus parroquianos no comprenden este Gran Misterio y por eso le están haciendo la carga más pesada!
El párroco necesita de la ayuda de su comunidad: requiere de la oración y de los cuidados de su pueblo, precisa de la comprensión y la obediencia de sus fieles. De nada sirve la oración si no va acompañada de la buena disposición de la comunidad hacia su pastor. En la medida en que la comunidad apoye a su sacerdote, éste se mostrará más solícito al cuidado de su grey, tendrá una mayor y mejor disposición a desgastarse por su pueblo.
¡Parroquia, apoya a tu sacerdote!
2 comentarios:
Esta muy buene esa reflexion, y es verdad nos cuesta mucho aveces ser obediente, pero en estos momentos dificiles que atrviesa la iglesia debemos madurar mas en nuestra fe y apoyar a nuestros sacerdotes.
El Domingo del Buen Pastor, tuve la oportunidad de asistir a la Eucaristía en otra parroquia, y me conmovió enormemente la petición que hacía el sacerdote para que los fieles nos mantuviésemos orando constantemente, especialmente en estos tiempos en los que nuestra Iglesia está siendo bombardeada. Nosotros somos pieza importante en el ejercicio del ministerio sacerdotal y debemos sinceramente apoyar a nuestro Pastor y mostrarnos dispuestos...
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